Antonio Pérez. (1540-1615)

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Secretario del rey Felipe II (1567-1579), promotor de la Leyenda Negra que corre en torno al rey prudente. Pérez fue legitimado por Carlos I en 1542 como hijo de Gonzalo Pérez, uno de sus más prestigiosos secretarios y posteriormente de Felipe II.

Tras la legitimación, Antonio fue llevado a las tierras de Ruy Gómez de Silva, príncipe de Éboli, donde se crió hasta iniciar su formación, que se cuidó especialmente, ya que estudió en las más prestigiosas universidades europeas: Alcalá, Salamanca, Lovaina y Padua.

Su mentor, Éboli, le requirió para su traslado a la corte, donde inició su formación política de mano de su padre; cuando éste murió, en abril de 1566, Antonio asumió los asuntos italianos.

Su esmerada formación, inteligencia y su conocimiento de los asuntos de Estado, especialmente de la política internacional, le sirvieron para ejercer una gran influencia en Felipe II, posición que se tradujo en una estrecha relación con la nobleza y el clero, además de vivir ostentosamente.

Será uno de los más destacados miembros del partido ebolista, enfrentado con el otro grupo de poder en la corte, el de los partidarios del duque de Alba. Consigue del monarca colocar a Juan de Escobedo, un hombre de su entorno, para controlar a don Juan de Austria, pero éste abandonó pronto al secretario para apoyar las opiniones de don Juan, enviado como Gobernador General a los Países Bajos.

El enfrentamiento con Escobedo provocará la caída de Pérez, ya que convenció al rey de que Escobedo era el instigador de una posible traición de don Juan, por lo que se decidió su eliminación. Este error político fue aprovechado por los enemigos de Pérez, que encendieron la sombra de la duda en Felipe. Se inició una investigación en la que se descubrió la culpabilidad del secretario. Felipe relevaba a Pérez por Granvela y Antonio era detenido y encarcelado el 28 de julio de 1579.

La causa por la que Pérez era enjuiciado se limitaba a asuntos de corrupción, sin profundizar en el asesinato. El proceso se prolongó en el tiempo y Pérez fue condenado a dos años de cárcel y diez de destierro pero, simultáneamente, se inició el proceso por el asesinato de Escobedo que acabó con la acusación formal y la tortura del reo.

En 1590 se refugió en Aragón, acogiéndose al derecho foral. El rey no podía enjuiciar en Aragón a un reo que hubiera cometido su crimen en Castilla, por lo que empleó el único tribunal que tenía competencias en todo el territorio peninsular: la Santa Inquisición. Pérez fue acusado de herejía y se intentó trasladar a la cárcel inquisitorial, lo que provocó una revuelta en Zaragoza.

Pérez consiguió huir a Francia y Felipe enviaba un ejército a Aragón que ponía fin a los disturbios. Una vez en territorio galo, Pérez recibió el apoyo de Enrique IV, al poner en manos de éste atractivos proyectos desestabilizadores para España.

El fracaso de los intentos de invasión francesa motivó el traslado de Pérez a Inglaterra, donde también contó con importantes ayudas, ofreciendo interesante información que sirvió para el ataque inglés a Cádiz en 1596.

La paz de Vervins (1598) supuso el final diplomático de Pérez, dedicándose a la escritura, publicando dos importantes obras que tuvieron un destacado efecto negativo en la figura de Felipe II: las Relaciones y las Cartas.

Tras intentar obtener el perdón hispano en numerosas ocasiones, siempre con un resultado negativo, Pérez falleció en París el 7 de abril de 1615.

Artículo muy interesante encontrado en:

http://zaragozame.com/inde/2010/03/27/antonio-perez-se-quiso-escapar/

Antonio Pérez se quiso escapar

Mar 27th, 2010 

 

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Miren qué bonito era el sello del Justicia de Aragón. Hermosuras de éstas se encuentra una cuando alcahuetea por los papeles de los archivos.

Hace un par de meses estuve en el de Protocolos Notariales de Zaragoza buscando una cosita sobre Sora, y me entretuve leyendo un documento que me salió al paso sobre aquel episodio tan tremendo que fueron las “Alteraciones de Zaragoza” de 1591, en el que aparecen dos de sus protagonistas: el secretario real Antonio Pérez y el Justicia de Aragón, Juan de Lanuza, que sería decapitado pocos meses después a consecuencia de todo aquel follón.

Resumo un poco lo que pasó: Antonio Pérez, secretario en la Corte de Felipe II, fue acusado de asesinato y huyó a Aragón para acogerse al Privilegio de Manifestación, tratando de encontrar un trato jurídico más benevolente o que le protegiera del que se le habría dado en Castilla. En Aragón, la defensa de aquel personaje fue la chispa que desencadenó unas “alteraciones” que, en realidad, ponían de manifiesto desavenencias más profundas.

Se trataba del enfrentamiento entre dos modos de concebir el Estado: centralista por parte del monarca castellano, defensor de su particular ordenamiento jurídico y sus privilegios por parte de Aragón. Un siglo llevaban Aragón y Castilla de desencuentros por esta causa, el mismo que llevaban sus dos Coronas unidas. Y Antonio Pérez vino a ser la gota que colmó el vaso.

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Felipe II quiso que Antonio Pérez fuera encarcelado en la Aljafería, donde estaba la Inquisición, porque como el tribunal inquisitorial era suyo, podría “juzgarlo él” (digámoslo a lo bruto, que como me detenga en matices me saldrá un tocho). Los nobles aragoneses, sin embargo, pugnaron por mantenerlo en la Cárcel de los Manifestados, porque ésta era competencia de los fueros propios.

Pérez fue llevado de una cárcel a otra por dos veces, y en las dos hubo graves algaradas callejeras, que acabaron con la vida de varios importantes personajes. Al final, Felipe II no pudo tolerar ese desafío, envió a sus tropas a Zaragoza, las tropas invadieron la ciudad, se decapitó al Justicia, se procedió contra los nobles levantiscos y se dejaron en “stand by”, o directamente se anularon, algunos de los fueros y privilegios propios de Aragón.

(Poco más de un siglo después, con Felipe V y los Decretos de Nueva Planta, los fueros aragoneses pasarían definitivamente a ser historia.)

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Bueno. Volvamos al documento de marras. El 10 de diciembre de 1591, el Justicia de Aragón, Juan de Lanuza, acude a la cárcel de los Manifestados para comprobar el estado de las rejas de los aposentos donde está encerrado Antonio Pérez, en concreto los que dan a la calle del Mercado (donde ahora está el Mercado Central), pues ha tenido noticia de que estaban rotas. De modo que encarga a un cerrajero, Gil de Buitrón (vaya nombre para un cerrajero) que las revise:

…y assi mesmo dicho señor Justicia de Aragón, en presencia de mí dicho notario, y testigos avaxo nombrados, hizo vissura y ocular inspection de la una de las rejas de los dichos aposientos donde dicho Antonio Pérez estaba preso, que es la del aposiento donde él duerme, la que está acia la Puerta Toledo, y para haber de reconoscer bien y como convernia dicha reja, si había rotura en ella, mandó a Gil de Buytrón, sobrino de Joan de Buytrón, cerrajero del Reyno, que allí presente estaba, reconosciesse dicha reja y todos los yerros de aquella.

El qual, yendo reconosciendo con un yerro dicha reja, se alló y vio ocularmente que la quinta barra contando desde avaxo al rincon que sale para fuera, donde se apega a la juntura de la otra barra de dicha reja que atraviessa de arriba para vaxo, acia la parte de la Puerta Toledo, estaba cortada casi toda y que no faltaba para acabarla de cortar sino obra de un canto de un real de a ocho; de tal manera que con poca fuerza lo acabaran de romper. Y la misma barra de yerro acia la parted y junto a ella, comenzada a cortar por dos partes, que era por arriba y por avaxo.

Las quales dichas roturas y cortaduras estaban tapadas pro encima con un betun negro de color de yerro, el qual encima estaba duro y fuerte ydevaxo estaba muy blando y fresco, de tal manera que no se echaban de ver dichas roturas y cortaduras.

Y se vio ocularmente que, quitado dicho pedaço de yerro y cortado aquel, por alli se podia salir un hombre con facilidad, según que todo lo sobredicho el dicho señor Justicia y yo dicho notario y testigos avaxo nombrados ocularmente vimos ser assi verdad como arriba se contiene.

¡De modo que el amigo Pérez tenía serradas (y disimulados los cortes con betún) las rejas que daban a la plaza…! No sé interpretar a ciencia cierta qué pudo significar eso, pero en principio parece un papelón para el pobre Justicia, ¿no? Él, defendiéndole de las iras de Felipe II, acogiéndole a los Fueros de Aragón, empeñándose en que permaneciera en la Cárcel de los Manifestados y no se lo llevaran a la de la Inquisición (bueno, en realidad esto había sido su padre, también llamado Juan de Lanuza); y el otro, serrando los barrotes para escaparse…

Menudo julay me da a mí que fue éste Pérez. Que, por cierto, acabó sus días felizmente escapado a Francia, mientras aquí el Juan de Lanuza padre moría de heridas que le hicieron en la calle durante uno de los famosos “traslados de cárcel”, el Juan de Lanuza hijo era decapitado, los nobles aragoneses levantiscos eran descabalados, cien personas fueron objeto de autos de fe y condenadas a severos castigos, Zaragoza se veía invadida por el ejército real y Aragón se quedaba sin sus fueros…

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